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Lo que pagó John Brabazon en 1846 por romper un mate

Pordiario5

Jul 6, 2018

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El mate es un signo de la vida criolla des Siglo XIX

La pequeña historia de Brabazon, de 1846, es de una combinación de ternura y descripción del latigazo cultural que impacta sobre un extranjero al demostrar que cuando se planta frente a un mate tiene que empezar “de cero” porque desconoce algo que no es una costumbre de unos pocos, sino que está impuesto como rito natural en el territorio de un país, lo cual lo hace más confuso «pa’ un gringo».

Al dejar el servicio del Dr. Gordon entré a trabajar, el 29 de enero de 1846, en el Almacén Naval de Patrick Fleming, por igual paga. Allí tenía que atender a los capitanes de los barcos, desde las 12 p.m. hasta las dos de la mañana, pues aquellos concurrían a los altos del Almacén para jugar a las cartas y beber punch. Y cuando regresaban a sus barcos sus pobres marineros los estaban esperando y a veces tenían que cargarlos sobre sus espaldas o arrastrarlos hasta los botes. Yo siempre bajaba a la playa porque aquel era el único lugar donde uno podía encontrar un pasatiempo.

Un día, en que estaba mirando a una lavandera negra, un negrito me convidó un mate, que es un té que en este país preparan con una planta originaria del Paraguay y del Brasil, con un poco de azúcar, aunque generalmente lo toman solo, y que sorben por medio de un tubo llamado bombilla. La taza que utilizan para tomar el mate es un fruto redondo, como un pequeño melón, que tiene una costra dura, a la que le hacen un agujero. Cuando el negrito me dio el mate lo tomé por la bombilla pensando que estaba asegurado a la taza, pero ésta cayó al suelo y se rompió; y como el negrito se echó a llorar diciendo ¡se rompió el mate ¡el mate se quebró! tuve que darle 5 pesos, lo que consideré que era una suma grande de acuerdo con mi sueldo.

Eduardo Abós recopiló este texto para un capítulo de “El Libro de Buenos Aires”. Él nos recuerda que John Brabazon es el autor de Andanzas de un irlandés en el campo 1845—1864, publicado en 1981 por Ediciones Culturales Argentinas, en traducción de Eduardo A. Coghlan.

 

– – – – – – – – – –  El autor, igualmente, deja demostrado un alto grado de tacañería y, por lo que se entiende a partir del relato, recién el día de este hecho aprendió el concepto de indemnización a un tercero, en este caso, por un acto de inmensa torpeza (como lo es intuír erróneamente que el recipiente con una infusión pudiese tomarse de la bombilla y mantenerse firme con el peso del puñado de yerba mojada). De no haber sido un tacaño de esos que lamentan el gasto de hace tres años nuevos, no habría dejado registro del valor comparativo entre lo que le dio al damnificado (el que no llora no mama) y lo que significaba ese valor frente a su sueldo. Igualmente la historia tiene mucho encanto.   Carlos Allo

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