• Diario 5 -Buenos Aires, jueves 25 de abril de 2024

Una franquicia que destruye y a nadie le importa

PorMarcelo Zanotti

Jun 12, 2018

Una franquicia que destruye y a nadie le importa
Guillermo Moreno y Miguel Braun muestran a sus tribunas que son diferentes. Un secretario de comercio debe ser una persona seria.  Hay muchos mesiánicos, incapaces e insensibles en la historia de ese cargo.

La Secretaría de Comercio de la Nación es un cargo al que siempre pueden ir a parar chantas, mentirosos, mafiosos, blandos, transeros, lobbistas y vendehumo.

Moreno y Braun, igualitos. Los dos aman al Carrefour destructor del comercio independiente argentino y los dos hicieron todo lo posible para que desde 2012 a 2018 lo más notable y sobresaliente de la Argentina sea la inflación.

Cristina jamás echó a Moreno. Macri -por ahora- ni piensa echar a Braun.

Ambos son la demostración clara de que en la Argentina cualquiera se larga a conducir un organismo del Estado con sus convicciones y «las pelotas bien puestas», de tal manera que si hacen chocar un país contra un muro, nada les va a pasar. Si algo -temporalmente- les da resultado, se van a jactar con sus ridículos criterios «ideológicos» y si -como es habitual- se encuentran con sus obvios fracasos, tardarán algunos días y saldrán a explicar que debían ser «pragmáticos» y encarar situaciones difíciles con medidas no deseadas.

Guillermo Moreno estuvo muchos años al frente de la Secretaría de Comercio haciendo espamentosas demostraciones de nacionalismo pero terminó abriendo el derecho draculiano a una de las franquicias más nocivas para el comercio de la grandes ciudades argentinas, comenzando por la de Buenos Aires, que antaño tenía trato directo con sus almaceneros, sus panaderos, sus fiambreros y sus lecheros. Hoy, Miguel Braun ocupa ese cargo y -lejos de entender que se trata de otra de tantas formas demasiado evidentes de destruir la economía de la Argentina, ya que (parece increíble tener que explicar, aún, algo como esto) sigue beneficiando a grupos gigantes, monopólicos y fagocitadores, mientras que pisa a los comercios independientes como cucarachas. Este es un caso en el que poco tendría que ver que Braun pertenezca a una familia de supermercadistas monopólicos en el Sur del país, ya que, por el otro lado, consiente desde la Secretaría de Comercio, la exagerada y obscena expansión del mayor monopolio de autoservicios de la gran ciudad.

Nadie se salvó: Ricardo Mazzorín -pollos, aparte- fue engañado por la Shell para introducir al mercado el lubricante Helix en un momento en que la ley, durante el Gobierno de Raúl Alfonsín, lo prohibía. El camaleónico Carlos Sánchez, quien, en 1995, al servicio de Domingo Cavallo, en el gobierno de Carlos Menem, facilitó la instrumentación de las importaciones indiscriminadas, mientras que, en 2013, al frente de la Aduana, con Cristina Kirchner, taponaba y desalentaba el ingreso al país de insumos para las industrias. Y después de Sánchez, el cargo fue para Marcelo Regúnaga, quien «habilitó» a una nueva superestrella del comercio desregulado de los 90 en la Argentina: WalMart. Regúnaga, al ver que lo primero que hizo WalMart en el país, fue intentar demoler a la competencia con Dumping (vender a precios inferiores  los costos para «conquistar» rápìdamente a la clientela) les presentó a las cámaras de comercio un tal «Programa Belgrano», 16 carillas explicándoles a los comerciantes argentinos una propuesta de «modernización del comercio minorista». Fue un verdadero plan de desprotección y un picnic para las poderosas cadenas extranjeras.

Vamos a reproducir aquí una semblanza que vio la luz por primera vez en nuestra web madre, Ensamble 19 y que por reestructuración de los archivos periodísticos quedó en nuestra colección editorial.

Los argentinos somos tipos raros. Es impactante comprobarlo a ciencia cierta y , sobre todo, chequear cuáles son la rarezas que lo destacan, cuando somos personas que nos miramos casi siempre en un espejo que nos devuelve la imagen de buenos tipos, despiertos, solidarios, familieros, amigueros y muchos valores encantadores que se reflejarán para la posteridad y la eternidad en la película «Made in Argentina» de Juan José Jusid.

Y dimos en el punto G (el punto de los garc…) La conocida disputa entre quienes -aunque se los convenza de que no deben hacerlo- denostan lo argentino por su solo origen (la industria, el cine, los lugares turísticos, por citar algunos ítem) y los que, con un chauvinismo teñido de ignorancias varias, se dedican a exaltar hasta los canguros de origen nacional. Obvio que en este problema no tienen nada que ver ni Moreno ni Braun. Es más, son tan asquerosos los antiargentinos en aspectos no comerciales que -gataflóricamente- podría pasar a sentir cierta simpatía por los sucesivos secretarios de Comercio de la Argentina.

Hay quienes se dan cuenta de cómo son las cosas.

¿Quién fue el cráneo argento que permitió la expansión de una franquicia identificada como «Carrefour Express»? ¿cómo no se le ocurre a los «nuevos cráneos» hacer disolver esa estructura y habilitar tales lugares a almaceneros demostradamente independientes? Durante los 90, en el menemismo, los comerciantes de almacenes argentinos tuvieron que cerrar sus locales cada vez que uno de los monstruos de marcas internacionales ubicaban un súper o un hipermercado en su tradicional zona de influencia. Un porcentual micronésimo se adaptó y la mayoría de los ex-almaceneros que aún vive, apenas recuerda su negocio a través de una foto sobre el aparador.

Aparecieron lo chinos (previo a ellos, una camada de comerciantes coreanos, quienes ya «reemigraron» a los EEUU). Nos pusimos en contra de la proliferación de supermercados chinos (pequeños supermercados o inmensos almacencitos) por motivos varios y sólo uno de ellos expuesto a viva voz: atentaban contra los pocos almacenes que quedaban. Ah, pillín! De los franceses, norteamericanos y chilenos no te quejaste cuando cerró el viejo Don Paco, pero en 2002 te comiste que Yung arrase hasta con el kiosco de la cuadra! Entonces? Entonces te agarró una bronqueta nacionalista y te la pasás quejándote de la mafia china (que ni sabés qué es).

Finalmente apareció para el argentino merdio, el pelotudo amante de lo fashion, de lo presentadito bonito, la cadena Cafú Express (ojalá el veterano futbolista brasileño tuviera su red de supermercados). Ahí, sí, eh? Qué simpáticos que son, no? Y están atendidos por argentinos, viste? Y son negocios de argentinos! Claro! Los que tienen la guita para la franquicia porque la levantaron con pala en negocios (negociados, la mayoría) «contra» el Estado en «tiempos blandos». Es hermoso no pensar. No tenés que andar dándote cuenta todo el tiempo de que al país se lo devoran a cada paso mientras que quienes compiten por tener el poder se culpan mutuamente de lo que nosotros estamos planteando aquí, rogando a cuanto Santo Patrono conozcan «que, por favor, la población no se ponga a pensar, porque nuestro poder disminuiría».

Todo esto es una realidad a corregir, salvo que ahora, desde los dos eternos polos de poder del país, gobierno y oposición, se hayan puesto de acuerdo para intentarles competir a los supermercados chinos. Supongamos que se trate de eso. Nos habrían dado, en ese caso y como siempre, nuevas pruebas de que siempre buscan salidas y nunca piensan en soluciones.

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